Diversos estudios han señalado la correlación entre las dificultades para conciliar el sueño y la activación del sistema nervioso simpático.
El sistema nervioso autónomo se divide en simpático y parasimpático. El parasimpático se ocupa de las actividades inconscientes como la digestión y el descanso. En cambio, la activación del sistema nervioso simpático (el estado de alerta) es un mecanismo de defensa que ha permitido al ser humano sobrevivir en un entorno exterior hostil (gracias a la secreción de noradrenalina, aumento de la vigilancia, contracción de los músculos, secreción de cortisol para curar las heridas).
Algunos neurotransmisores actúan sobre el sistema nervioso simpático para estimular el nivel de activación y vigilancia: una mejor percepción de los estímulos exteriores contribuye a detectar el peligro. Además, la reacción ante estos estímulos es más intensa que cuando está activado el sistema parasimpático (responsable de la digestión, el estado de reposo).
La activación de este estado de alerta era sin duda útil durante la prehistoria, en situación de peligro constante, pero lo es mucho menos hoy… sobre todo para conciliar el sueño. Podríamos comparar los problemas de las personas que sufren insomnio debidos al sistema nervioso autónomo con una alarma de coche mal calibrada que se dispara al mínimo roce.